domingo, 1 de junio de 2008

Historia Marítima de una Guerra

Por: José Cavani Ríos

Hace 127 años se inició una de las más importantes conflagraciones de la segunda mitad del siglo XIX –la guerra entre la alianza peruana-boliviana y la República de Chile. Este episodio de nuestra historia siempre tendrá marcada importancia para los peruanos, por cuanto la trayectoria del conflicto armado y sus consecuencias guardan en el fondo varias enseñanzas para el presente y envían un mensaje para el futuro.En ese sentido, redescubrir los hechos con exactitud, presentar vívidamente los personajes y plantear una crítica objetiva a la denominada Guerra del Pacífico siempre resultan necesarios para entenderla en su real magnitud. Esto es lo que ha realizado con destreza el contralmirante Melitón Carvajal Pareja en su nuevo libro Historia Marítima del Perú: La República 1879 a 1883 (tomo XI, volumen 2).Definitivamente el corazón de este texto se encuentra en los hechos que rodean al Combate de Angamos del 8 de octubre de 1879, que descubre a uno de los raros ejemplos de personajes que ganan la admiración y el respeto de ambos bandos: el almirante Miguel Grau, cuya muerte marca el fin de la disputa por el control del mar.En efecto, el contralmirante Carvajal, nos recuerda que, desde el inicio de la guerra la estrategia chilena era la invasión del Perú por tierra, pero las persecuciones del Huáscar y la victoria de Miguel Grau en Iquique estorbaron magistralmente estos planes, lo que causó un dilema en la estabilidad interna de Chile.Entonces Chile se dio cuenta de que el plan de desplazarse en el terreno con tranquilidad, solo lo conseguiría si rompía aquella “muralla movible” en que se había convertido el monitor Huáscar. Asimismo, el autor de este nuevo número de la saga de la Historia Marítima del Perú descubre un acta del Consejo de Ministros chileno del 10 de junio de 1879, que prácticamente decide el futuro de los aliados: dejar a Bolivia “sin salida alguna para el Pacífico” y apoderarse de Arica y encerrar para siempre a los bolivianos, “con un candado cuya combinación solo conocería Chile”, a decir del autor.Esto le permite al contralmirante Carvajal desterrar la idea de que “la guerra era únicamente un problema de guano y salitre”. Por ello, la segunda etapa de la campaña naval de la Guerra del Pacífico, con sus cinco expediciones expuestas en este libro, descubre el marcado contraste entre un país militarmente disminuido como el Perú, con la única opción del heroísmo y un rival conscientemente armado para la guerra.(Publicado en el diario El Peruano el 17 de mayo del 2006)

El Combate de Iquique

Es la historia de un combate anunciado. El mismo 5 de abril de 1879, que Chile declaró la guerra al Perú, ordenaba el bloqueo de Iquique y quedaba planteado el duelo naval. La disputa iba a ser por el control del mar: quien dominara el escenario marítimo tendría ganada la guerra. Así lo registra el contralmirante Melitón Carvajal Pareja en su libro, cuyo primer volumen de los tres que lo conforman, se publicó en el 2004. La épica campaña naval, hasta el combate de Iquique el 21 de mayo de 1879, es analizada a la luz de los modernos conceptos estratégicos, y se apoya en la documentación de fuentes inéditas, como el Diario de Bitácora del Huáscar. A fines de 1878 el Perú desconocía que tenía una guerra ad portas. Basadre en su Historia de la República, relata que Manuel Pardo, ex presidente del Perú, recién llegado de Valparaíso, puso en alerta al Gobierno sobre la guerra que se venía. Estimaba que la grave situación solo tenía dos caminos, evitarla o prepararse para ella. Nada se hizo. El 14 de febrero de 1879, se confirmaron los presagios cuando Chile ocupó Antofagasta y entró en guerra con Bolivia. El pueblo peruano, encendido por los medios de opinión, reclamaba la guerra después del ataque alevoso. Como manifiesta Basadre, se desconocía el verdadero poder de Chile y las espantosas consecuencias de un conflicto armado; el aliado del Perú, Bolivia, no contaba, pues no tenía, ni jamás tuvo poder naval. Hubo que organizarse apuradamente. El Perú había entrado en una contienda que no había deseado ni provocado y para la cual no estaba preparado. Su objetivo político era de emergencia: expulsar a Chile del territorio invadido y eliminar la amenaza de invasión territorial al Perú. El destino de la guerra dependía del control del mar. Iquique, primer puerto mayor peruano viniendo del sur, y centro principal de depósito para embarque de guano y salitre, era una zona estratégica a disputarse. La escuadra chilena llevaba 30 días incursionando contra los puertos del sur y la opinión pública demandaba que se rompiese el bloqueo de Iquique. El gobierno peruano ordenó el zarpe de la escuadra. El punto focal del drama es el combate de Iquique, con su carga de luz y de sombra, de triunfo y de fracaso. La saga empieza cuando la escuadra zarpa del Callao la noche del 15 de mayo con destino a Arica. El 20 de mayo la 1ª división al mando del capitán de navío Miguel Grau, zarpó de ese puerto para amanecer el 21 en Iquique. Grau, va al comando del monitor Huáscar, Guillermo More al de la fragata Independencia. Sus instrucciones: batir a la corbeta Esmeralda y a la cañonera Covadonga que sostenían el bloqueo. A las 6.30 a.m., al avistar las naves chilenas el doble humo de las peruanas, maniobraron en el interior del puerto para situarse mejor. El Huáscar y la Independencia se acercan velozmente, estrechando distancias. Grau ordena zafarrancho de combate. A las 8.30 se libra el combate. El autor sostiene que el encuentro fue desigual, pues como dice Grau en su informe, los disparos de los buques chilenos eran certeros, no así los del Huáscar. Grau decide atacar a la Esmeralda con el espolón. A partir de las 11 de la mañana Grau embiste tres veces con el espolón; en uno de los embates, Arturo Prat, comandante de la Esmeralda, cae sobre la cubierta del monitor, y sucumbe de un hachazo en la cabeza. El último espolonazo parte y hunde casi instantáneamente a la nave chilena. Momento terrible, dice Carvajal, terrible para los hombres de la Esmeralda, como para los del Huáscar, quienes, siguiendo la orden de su comandante, arrían de inmediato los botes para salvar a los náufragos. A bordo, los chilenos rescatados, gritan: “¡Bravo Comandante Grau! Vivan los valientes e hidalgos peruanos!” A lo que contestan la oficialidad y tripulantes: “¡Bravo valientes chilenos de la Esmeralda, solo cumplimos con nuestro deber!”. Allí nació la leyenda de Grau, el Caballero de los Mares. Otra fue la suerte de la Independencia, que se perdió en el intento de espolonear a la Covadonga; quedó varada a la altura de punta Grueso, en un bajo de roca no marcado en las cartas. La conducta de Condell, comandante de la Covadonga, fue diametralmente opuesta: cuando el buque se hundía, mantuvo el fuego contra la tripulación inerme. Se dijo que la falta de disciplina y de ejercicios de artillería habrían causado la pérdida de la Independencia, aunque Carvajal concluye que fue una combinación del azar y de una táctica equivocada de More, y que, como es usanza en la mar, la responsabilidad recae sobre el comandante. No hubo un juicio contra More, pero la carga moral lo llevó a inmolarse el 7 de junio de 1880 como jefe de la batería del Morro de Arica.. Se perdió el mejor buque de la escuadra peruana. La Independencia, con iguales condiciones marineras que el Huáscar, tenía sin embargo mayor capacidad combativa: con más poder de fuego por andanada podía causar averías de mayor consideración en un enfrentamiento con los blindados. El pequeño monitor quedó solo para hacer la lucha en el mar. Y esa campaña del pequeño gigante será materia del próximo volumen de la Historia Marítima del Perú. Es el primer volumen del tomo XI de la colección. 996 páginas, ilus., mapas, planos, retratos, fotografías

Segunda campaña marítima: Combate de Angamos

Continúa la disputa por el control del mar. No poder alcanzar el predominio marítimo, arrebatarle al pequeño monitor "Huáscar" este privilegio es la causa del desvelo de Juan Williams Rebolledo, comandante general de la escuadra chilena; su desempeño hasta ahora ha estado marcado por el fracaso, incapaz de domeñar al intrépido monitor. Al otro lado del tablero, la escuadra peruana y su comandante se aprestan para emprender la segunda fase de la campaña marítima. Hasta ahora ha sido una gesta bizarra del pequeño monitor y su indomable tripulación; pero su comandante es sereno en sus juicios y con fatalismo que nace de la objetividad, sabe que en esta campaña marchan al encuentro con su destino. Como él lo manifiesta, la suerte está echada. Los dos únicos buques de combate, el "Huáscar" y la "Unión", se encuentran en el puerto del Callao,en vísperas de terminar sus reparaciones. La escuadra chilena que había abandonado la plaza del Callao, aliviándola del bloqueo, regresaba, empero a restablecer el bloqueo del puerto de Iquique el 31 de mayo de 1879. El plan inicial del gobierno chileno había sido atacar a la escuadra peruana que se encontraba en reparaciones en el Callao. Williams Rebolledo, demostrando poca claridad táctica, se opuso tenazmente por los peligros de enviar la escuadra tan lejos y las dificultades para la comunicación. Más bien, propuso el bloqueo del puerto de Iquique, dejando a cargo de esta tarea a dos de los buques menos costosos de la escuadra, la corbeta "Esmeralda" y la cañonera "Covadonga". El plan fracasó cuando se produjo el combate de Iquique y se perdió la corbeta "Esmeralda"; la inmolación del comandante Prat y la pérdida de la fragata peruana Independencia frente a Punta Gruesa disimularon ante la opinión pública sus fallas tácticas. Sin embargo, Williams Rebolledo estaba a punto de dejar el mando, con el pretexto de su mala salud, pero en verdad agobiado por las críticas de la opinión pública, entre ellas por su fracaso en el bloqueo del Callao, y las frustradas persecuciones del "Huáscar", con la pérdida de la "Esmeralda" de por medio. Presenta su renuncia, el 4 de junio, al fondear en Iquique de regreso de la segunda persecución al Huáscar. El gobierno no acepta su retiro. El 15 de junio, absolviendo tres requerimientos que le planteaba el ministro de Guerra y Marina, general Urrutia ratifica su oposición a reanudar el bloqueo al Callao y reconoce la desventaja de la escuadra chilena en velocidad respecto de la peruana; explicaba que por ello no se había llegado al ansiado combate decisivo, que se podía lograr si se le dejaba al jefe de la escuadra toda la amplitud de acción. Coincide en la necesidad de organizar la escuadra en dos divisiones, una para el bloqueo de Iquique, y la otra para controlar la costa para interceptar el tráfico de los transportes enemigos y convoyar los transportes que conducían al ejército chileno. A fines de junio se adoptaron estas medidas. Finalmente, Williams Rebolledo deja el cargo el 12 de agosto. Su empecinada pugna con Rafael Sotomayor Baeza y con el general Justo Arteaga, comandante de las fuerzas terrestres, así como el profundo descontento de la ciudadanía ante su incapacidad para detener las acciones del "Huáscar", lo llevan a apartarse. El golpe de gracia para su desafortunada gestión sobreviene cuando el comandante Grau a bordo del monitor Huáscar captura el transporte "Rímac", repleto de tropas y pertrechos. La gloria le fue esquiva a Williams Rebolledo; a su drama personal se aunaba una grave enfermedad bronquial. Es reemplazado por el capitán de navío Galvarino Riveros Cárdenas. Galvarino Riveros, finalmente logra su cometido el 8 de octubre en el combate de Angamos donde cae el monitor "Huáscar" y su comandante Miguel Grau. El miércoles 8 de octubre, a las 3.30, a la altura de la península de Mejillones el comandante Grau avistó los tres humos de la división de Riveros, al vez que los mismos se percataban de la presencia de las naves peruanas e iniciaban la persecución. La aparición más tarde de los tres buques de la división de Latorre, que cerraba el paso por el noroeste a las fuerzas peruanas, con la de Galvarino Riveros a la zaga por el sur, solo le dejaba a Grau forzar la marcha por el noroeste, pues el paso por el este estaba cerrado por la costa. Entre las 8 y las 8.30 estaba prácticamente acorralado a la altura de punta Angamos. La persecución de los blindados estaba centrada en el "Huáscar", en tanto que el "Loa" y "O''Higgins", por orden de Latorre, marchaban sobre la "Unión", la cual tenía orden de evadir el combate. Las instrucciones del presidente Prado indicaban que "En ningún caso comprometerá el almirante Grau alguno de los buques de su mando; y si encontrase buques enemigos... solo se batirá con fuerzas inferiores, salvo encontrarse en la imposibilidad de retirarse ante fuerzas superiores, en cuyas circunstancias cumplirá con su deber." Estas eran ahora las circunstancias y Grau cumplió con su deber. Finalmente, se impuso la fuerza sobre la audacia y valentía. El drama se había cerrado. De esto trata el volumen 2 de la obra del almirante Carvajal: Historia Marítima del Perú: La República, 1879 a 1883.